EL SONETO DE TRECE VERSOS
De una juvenil inocencia,
¡qué conservar, sino el sutil
perfume, esencia de su Abril,
la más maravillosa esencia!
Por lamentar a mi conciencia
quedó de un sonoro marfil
un cuento que fue de las Mil
y una noches de mi existencia...
Scherezada se entre durmió...
El Visir quedó meditando...
Dinarzada el día olvidó...
Mas al pájaro azul volvió...
Pero... No obstante... Siempre... Cuando...
Poema aparecido por primera vez en “Cantos de vida y esperanza” de Rubén Darío.
Se suele caracterizar a este poema por su período rítmico. Aquí se hará caso omiso al ritmo entendiendo que sólo tiene sentido en el goce del poema.
El poema está compuesto por tres estrofas eneasílabas con rima consonante ABBA y CDC en el terceto que suelen utilizar los sonetos.
La rima consonántica interna de la estrofa entre la quinta sílaba del primer y tercer verso y la última del segundo y cuarto establece un juego de rimas cruzado en tiempo y espacio: “juvenil, sutil, Abril” e “inocencia, esencia, esencia”. Esto hace que el primer verso contenga y anuncie las rimas procedentes; las rimas nacen, fluyen y se expanden desde el primer verso con la rima ‘-il’ y ‘-encia’ de las respectivas juvenil inocencia en la primera estrofa.
Antes de entrar en la forma que en este caso tiene relación con el título sobrevolemos por encima de las palabras. El poema comienza sin sujeto y “casi” sin verbo. Digo “casi” porque los infinitivos suelen considerarse verboides, esto es, no presentan comportamientos completamente verbales. Su carácter impersonal permite la construcción entera de una estrofa sin sujeto. Podemos permitirnos decir que es una estrofa carente tanto de sujeto, de verbo y de tiempo (el infinitivo tampoco indica el “cuando” de la acción). No hay qué contar, no hay qué predicar, ninguna acción es realizada. Hay un pronombre relativo, propiamente llamado “adverbio pronominal exclamativo”, que permite una especie de pregunta retórica inmediatamente respondida: “qué conservar, sino”. El español permite que ese “qué” tan interrogativo se dirija a algo que desconocemos y se realice con signos de admiración. De entre una gama de posibilidades, de entre un abanico de lo que “una juvenil inocencia” es hay algo que “conservar” pero qué. Se pregunta y se responde: “¡qué sino!”. La respuesta parece contener un juego al pasar de “perfume” a “esencia”. Según el diccionario, la polisemia del vocablo esencia admite en una acepción “sustancia volátil y olorosa” y “extracto concentrado”. A su vez esta palabra tiene esa connotación metafísica y denotación léxica del “ser”, de algo que es, según la definición “ser y naturaleza propia de las cosas”. Junto al perfume aparece este vocablo que admitiría ambas acepciones. Podríamos decir que en el verso cuatro la palabra “esencia” posee también la misma polisemia aunque tal vez, la palabra que rimará en el siguiente cuarto verso, en su misma posición estrófica, será su concepto filosófico suplementario u opuesto: la existencia. No es el único concepto que encuentra un “oponente” en una especie de juego de espejos en las estrofas. Apreciemos:
De una juvenil inocencia, ccccccc Por lamentar a mi conciencia
¡qué conservar, sino el sutilccccc quedó de un sonoro marfil
perfume, esencia de su Abril, ccc un cuento que fue de las Mil
la más maravillosa esencia!cccccc y una noches de mi existencia...
Las confrontaciones más contundentes están en los pares antitéticos inocencia / conciencia y esencia / existencia. Podemos agregar el par conservar / lamentar si consideramos que son los únicos infinitivos que aparecen. Por otro lado en la misma ubicación aparecen las palabras en letras mayúsculas Abril / Mil. Si comenzamos observando ese par conciencia / inocencia podríamos considerar que el contrario del primero es “inconciencia” o “culpable” del segundo pero aquí se trata de “lamentar” esa conciencia. Parece un “cargo de conciencia”, una falta o mácula que ocupa el espacio reflexivo de “bien o mal”. La inocencia, por su parte, es un estado limpio de culpa, un espacio de pureza, ya sea por la ‘inconciencia’ de los actos o por eximirse de toda culpa. Hoy día la sentencia contra un acusado, merced los cargos que se le imputen, es atenuada si se prueba un grado de ‘inconciencia’ al cometer ese delito, donde puede ser declarado “inocente” pero peligroso. Se suele decir que el niño posee una “inocencia” o “pureza” de la infancia que se pierde cuando adquiere un grado de conciencia. La relación se establece con la metáfora en uso de “conciencia” como un aparato regulador, maniqueísta, que discierne nuestros actos y un estado previo, un estadio que carece de tal aparato donde “el acto” es puro y pleno pues se realiza sin más, no se sabe conciente de sí. El mito de Adán y Eva se relaciona con la pérdida de la inocencia al comer la manzana y la adquisición de una conciencia: No moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6 Génesis; capítulo 3; versículos en supraíndice. También en la tragedia griega “Edipo Rey” quien es inocente hasta que adquiere conocimiento de sus actos y se arranca los ojos (metafóricamente indisociables del conocimiento) que le posibilitaron su conciencia de los hechos atroces cometidos por él: Una vez que estuvo tendida, la infortunada, en tierra, fue terrible de ver lo que siguió: arrancó los dorados broches de su vestido con los que se adornaba y, alzándolos, se golpeó con ellos las cuencas de los ojos, al tiempo que decía cosas como éstas: que no lo verían a él, ni los males que había padecido, ni los horrores que había cometido, sino que estarían en la oscuridad el resto del tiempo para no ver a los que no debía y no conocer a los que deseaba. Edipo Rey, Sófocles. El siguiente par esencia / existencia se erige antitético sobre un planteamiento ancestral entre lo que podríamos llamar ser y ente (conceptos usados aquí por comodidad). La esencia como ser de la cosa y el ente como lo que es, existe o puede existir. Desde el mundo inteligible (inmutable, verdadero, esencial) y el sensible (alterable, caótico, transitorio) de Platón hasta las discusiones de esencialismo y existencialismo ‘re’-surgidas con Heidegger (y suprimiendo todo el entremedio milenario de dicha discusión que aquí aburriría aún más). Podemos tratar, finalmente, ese conservar / lamentar por tratarse de los infinitivos que aparecen en una y otra estrofa: lo que se conserva y mantiene (ya que el verbo tiene un aspecto agentivo, esto es, de un agente realizando la acción) contra lo que se lamenta con un sentido usual de arrepentimiento (un aspecto de irreparabilidad y, por ello, en un pasado).
En la segunda estrofa se anuncia un yo desde el pronombre posesivo: “mi conciencia” y “mi existencia”. Ergo, si buscáramos el “yo” poético deberíamos decir en todos los sentidos que se encuentra detrás de la conciencia/existencia. Aparece también por primera vez el pasado “quedó” y “fue”. En rigor, sólo hay un tiempo en la poesía, el pasado. Sin embargo, en las dos primeras estrofas no hay límites concisos. Por ejemplo, al ver la tercera estrofa estamos ante “observaciones”: Scherezada se entre durmió. Observaciones que permiten, como su nombre lo indica, colocar límites visuales, espacio-temporales y/o indicativos (indican y, ciertamente, utilizan el modo que lleva ese mismo nombre, según la RAE El “que enuncia como real lo expresado por el verbo”). En esta última estrofa, entonces, encontramos una proximidad a ciertos nombres propios mientras que en las dos primeras apenas si encontramos un sujeto: cuento. La primera estrofa iniciada con un origen, materia o fuente con la preposición (De) encuentra en la procedente una causa (Por). En la estrofa de la causa hay un nombre propio “roto”. Aparece con mayúscula Mil y podemos intuir entonces una referencia propia en la forma completa “Mil y una noches”. La obra de medio oriente con el mismo nombre es una recopilación de cuentos. La ruptura de esta interpretación se da cuando, a su vez, Mil y una noches es un cuantificador Mil y una noches de mi existencia… De hecho, ese título/cuantificador o nombre delimitador/circunstancial se encuentra también dentro de una preposición que actúa como copulativo de “fue” cuyo sujeto es “cuento”.
Para echar un vistazo a la última estrofa es preciso ver un poco la ruptura que el título insinúa. Los sonetos se componen de catorce versos con una rima consonante muy similar al del poema presente. Suelen poseer dos estrofas de cuatro versos y otras dos de tres cada uno. Las rimas de esas dos últimas estrofas suelen ser CDC CDC, CDC DCD, etc. Lo importante es que los sonetos se escriben con once sílabas y catorce versos. Si careciera de título probablemente apenas si se lo relacionara con tal tipo de forma poética. Esta “deformación” que anuncia ya el título (como si dijera un hombre de tres piernas) y manifiesta el poema parece preguntarse, de alguna manera, por lo feo. La deformación del poema se plantea la posibilidad de entender lo nuevo desde lo viejo y, simultáneamente, de aceptar esa novedad desde lo que ya no es: es un soneto pero no es, ya, un soneto. Desde el final de la segunda estrofa hay un silencio marcado por los puntos suspensivos. Desde ese octavo verso ya no hay final. Si tuviéramos catorce versos podríamos decir que desde la mitad del “soneto” carecemos de límites concisos de puntuación, desde la mitad del poema sólo hay silencios al final. Mas hay trece versos y el cuarto parece unirse a ese mismo silencio. No hay final, ni limite desde el octavo verso ni tampoco hay verso final ya que está unido a ese silencio “suspensivo”, falta el décimo cuarto verso de la forma “soneto” y el poema queda “inconcluso” o su límite espacial y temporal desaparece. “El resto es silencio”.
La anteúltima estrofa se carga de referencias a identidades de sujetos o personajes de otro texto. Scherezada, Visir y Dinarzada. Como mencionara anteriormente, la idea de proximidad a esos sujetos está indicada por el modo y por la posibilidad de “verlos” a todos en un determinado estado: durmiendo, meditando, olvidando. Todos los nombres se encuentran en la obra que también se encuentra mencionada en la segunda estrofa Las Mil y Una Noches. Los personajes nombrados son los personajes que, dentro del texto persa, son los que perciben esas mil y una noches (como lo indica también la segunda estrofa un cuento que fue de las Mil y una noches de mi existencia). Dicho texto narra cuentos llenos de aventuras y personajes fantásticos pero son “narrados” por Scherezada (deformación del nombre o variante de la traducción) al sultán. Obras dentro de obras o cuentos dentro del cuento. Hay, entonces, dos tiempos en el texto persa: el tiempo del que cuenta y el tiempo de lo que se cuenta. Los personajes nombrados conforman la capa exterior del texto y no la interior, pertenecen al tiempo del que cuenta y no de esas aventuras y hechos fantásticos (Aladino, Alí Babá, Simbad el marino). De esa capa, oblitera y elimina un nombre importante: el sultán Shahriar. Ese borrado o esa excepción y la voz de la poesía que ha pasado por la obra/existencia un cuento que fue de las Mil y una noches de mi existencia y la proximidad de los personajes en el terceto parecen sugerir, una seductora sugestión claro, que la voz del poema pertenece al sultán mismo como “relator” y “testigo”.
Hay mil y un cosas más para decir de esta poesía, como en toda, pero no hay final sin aburrimiento y es el pecado mortal si se insiste demasiado. Precisamente es lo que sabía Scherezada y mantuvo durante mil y una noches en vilo al sultán para que no la condenara. Ese entretenimiento procurado al sultán salvó su vida por medio de la “interrupción”. La interrupción como estrategia de entretenimiento sembraba la interrogante en el sultán acerca de cómo continuaba o terminaba cada una de las historias. Esa misma interrupción se forja sobre el relato no interrumpido de acontecimientos. Interrupción / continuación o ilación. Vemos así que el poema termina sin terminar con partículas de interrupción y continuación Pero…/ No obstante… / Siempre…/ Cuando… Aquello que une y retrasa a Scherezada con respecto a la muerte, aquello que prolonga su vida con el entretenimiento e inquietud del sultán…
Muy trabajado e interesante análisis, incluso para los que no somos especialmente amantes de la lírica
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