lunes, 7 de marzo de 2011

Oda al Tiempo


ODA AL TIEMPO

DENTRO de ti tu edad
creciendo,
dentro de mí mi edad
andando.
El tiempo es decidido,
no suena su campana,
se acrecienta, camina,
por dentro de nosotros,
aparece
como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos
una brizna, la huella
de un minúsculo río,
una estrellita seca
ascendiendo a tu boca.
Sube el tiempo
sus hilos
a tu pelo,
pero en mi corazón
como una madreselva
es tu fragancia,
viviente como el fuego.
Es bello
como lo que vivimos
envejecer viviendo.
Cada día
fue piedra transparente,
cada noche
para nosotros fue una rosa negra,
y este surco en tu rostro o en el mío
son piedra o flor,
recuerdo de un relámpago.
Mis ojos se han gastado en tu hermosura,
pero tú eres mis ojos.
Yo fatigué tal vez bajo mis besos
tu pecho duplicado,
pero todos han visto en mi alegría
tu resplandor secreto.
Amor, qué importa
que el tiempo,
el mismo que elevó como dos llamas
o espigas paralelas
mi cuerpo y tu dulzura,
mañana los mantenga
o los desgrane
y con sus mismos dedos invisibles
borre la identidad que nos separa
dándonos la victoria
de un solo ser final bajo la tierra.

Poema escrito (lo cual equivale a descubierto) por Pablo Neruda aparecido en su obra “Odas Elementales” editado en 1954 que será continuado luego por “Nueve odas elementales” y “Tercer libro de Odas”.

El poema carece de una métrica regular aunque encontramos, entre los cincuenta y un versos, veintisiete heptasílabos (sólo poco más de la mitad). Lo cual coloca al verso heptasílabo en relación predominante con respecto al trisílabo, tetrasílabo, pentasílabo y endecasílabo que aparecen en el poema. Toda la oda, que es una alabanza, se confecciona entre el arte menor (ocho o menos sílabas) y el mayor (más de ocho sílabas). El poeta canta al tiempo desde el arte menor e introduce varios versos con más de siete sílabas pero esos versos serán solamente endecasílabos. No hay rima más que en los primeros cuatro versos. Luego la rima desaparece y puede dar paso a una aliteración como recurso sonoro. Se trata de una sonorización “oculta” que aparece al leer la poesía en voz alta:

El tiempo es decidido,
no suena su campana,
se acrecienta, camina,
por dentro de nosotros,
aparece
como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos
una brizna, la huella
de un minúsculo río,
una estrellita seca(a)
ascendiendo a tu boca.

El poema comienza nombrando la edad en relación con la segunda persona y la voz del poeta compartiendo la interioridad del tiempo (pues está dentro). El tiempo de la segunda persona andando mientras que el del poeta creciendo: creciendo en las sílabas que lo colocan en relación con los versos heptasílabos. Así, pues, el orden de las sílabas, en relación con los heptasílabos, aparece en orden ascendente aunque luego de ese orden de aparición varíen: creciendo / ascendiendo (trisílabos); aparece (tetrasílabo); en la mirada (pentasílabo); para nosotros fue una rosa negra (endecasílabo). Nótese que no aparecen, fuera de los de siete sílabas, un orden distinto o arbitrario para la aparición de la duración del verso. La interiorización de la edad marca, para esa segunda persona, un “crecimiento” que sugiere así un cambio en las propiedades entre “sujeto/persona” por “edad” (figura conocida como hipálage). Las personas crecen mientras que, por su parte, la edad aumenta. A su vez, la edad coloca esa metáfora en relación con el tiempo: si, de hecho, una edad crece para ti y otra anda quiere decir que los sujetos no experimentan esas “edades” sino que son afectados por ellas pasivamente. Por ello mismo, verbos aplicables a sujetos vivos y por ende toda la metáfora condensada coloca las relaciones sujeto/tiempo/vida en esos primeros cuatro versos (Hago esta aclaración porque el tiempo puede ser colocado en relación con la muerte y la fugacidad que no es el caso). Es interesante observar que la edad del poeta está andando a diferencia del crecimiento lo que coloca al poeta en una situación constante (por el gerundio) y transitoria (por el “andar”) por lo que su edad no se define cuantitativamente sino cualitativamente: sujeto (yo poético) / tiempo (movimiento constante de un punto a otro) / vida (experiencia de ese movimiento gracias a la edad).

Toda la poesía contiene ideas o sentidos que irán marcados tipográficamente por un punto. Es decir, cada punto parece indicar cuidadosamente el final concreto del desarrollo de un sentido y el comienzo de uno siguiente (lo cual no es tan común en la poesía). Así, pues, luego del anuncio de los primeros cuatro versos comienza una yuxtaposición entre tiempo y cuerpo. Todo el poema colocará y se preguntará por la relación entre el tiempo y el cuerpo. Veamos: El tiempo es decidido (…) / y junto a las castañas / quemadas de tus ojos (…) / ascendiendo a tu boca (el tiempo en relación con el rostro); Sube el tiempo (…) / a tu pelo (…) / es tu fragancia (el tiempo en relación con el cabello); Es bello (…) / envejecer viviendo (el tiempo en relación con el deterioro de la apariencia física); Cada día (…) / cada noche (…) / y este surco en tu rostro o en el mío (el tiempo en relación con el rostro nuevamente); Mis ojos se han gastado en tu hermosura / pero tú eres mis ojos (tiempo/aspecto/rostro); Yo fatigué tal vez bajo mis besos / tu pecho duplicado (tiempo/parte del cuerpo); Amor, qué importa (…) / que el tiempo, (…) / mi cuerpo y tu dulzura, (…) / de un solo ser final bajo la tierra (tiempo/cuerpo/localización final -sea incinerado o enterrado- del cuerpo a su muerte). Los cuatro siguientes versos a los cuatro primeros repiten el esquema de aquello que ya advertían los cuatro anteriores: no suena su campana (no se advierte, no hay “aviso” y el sujeto recibe pasivamente la acción de la edad/tiempo) / se acrecienta, camina, (está claro lo que repite) / por dentro de nosotros (nuevamente la interioridad).

Luego del paso "interior" el poema anuncia la "apariencia", es decir, el lugar exterior del tiempo con el verbo conjugado: aparece. Desde ahí podemos leer todo lo que aparece desde Como un agua profunda hasta ascendiendo a tu boca. Aunque nos toparemos con una descripción del rostro en los ojos y luego ascendiendo a tu boca, como si el sujeto estuviera de cabeza. Se puede, entonces, leer estos versos como una elipsis de aparece (por ello estaría solo el verbo), quedando de la siguiente manera:

aparece

como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos

[aparece]

una brizna, la huella
de un minúsculo río,

[aparece]

una estrellita seca
ascendiendo a tu boca.

Entonces nos encontramos con una descripción de los ojos, de la boca y algo entre ambos. Esa “huella de un minúsculo río” parece hacer referencia a los arcos que suelen aparecer debajo de la nariz y a los lados de la boca. Finaliza con un punto el ascenso y, aunque los próximos versos traten otro lugar del aspecto físico, contendrán una reflexión del poeta (pero en mi corazón). Si observamos con detenimiento los siguientes versos:

Sube el tiempo
sus hilos
a tu pelo,
pero en mi corazón
como una madreselva
es tu fragancia,
viviente como el fuego.

Veremos que hay una cierta tensión con los sentidos (de percepción), elementos y paisajes. Así, fue iniciada la “aparición” del tiempo con el elemento “agua” y acaba en ese punto con el elemento “fuego”. Luego prosigue con el sentido visual “mirada” y en el penúltimo verso se refiere al sentido olfativo “fragancia”. El paisaje consumido y árido de “castañas quemadas”, “huellas de ríos” y “estrellas secas” es convertido en una “madreselva” por medio del olfato y no del campo visual. El poeta anuncia la conquista del tiempo en esa segunda persona a la que habla porque él puede cambiar esa “árida apariencia" en "fuego viviente" cerrando sus ojos, es decir, utilizando otro sentido, otro aspecto sensible del cuerpo, en este caso, el olfato; el cual puede captar la fragancia, la esencia.

Justo a mitad del poema, el verso 26, aparece el verbo “vivimos”, luego de la introducción del tiempo y antes del final del poema en que se anuncie lo que el “tiempo” depara. A mitad del tiempo el poeta y esa segunda persona “viven”.

El poeta comenta con esa segunda persona los días y las noches e incluye a ese “tú” en un nosotros. Es la primera vez que nos encontramos con un endecasílabo y con el pasado del “nosotros” (para nosotros fue una rosa negra), es decir, con el pasado del poeta y ese “tú” manifestado explícitamente en el verbo “fue”. El poeta deja de describir el presente del “tiempo” y comienza a contar la historia de ambos, dando inicio al metro más largo del poema (endecasílabo), en un pasado compartido. Mediante una transformación de días en piedras y de las noches en rosas negras el poeta nombra, posteriormente, las piedras y las flores en los rostros. Esto es, nombra los días y las noches marcadas (“surco”) con las metáforas que él mismo inició y explicitó (piedras y flores). Así, lo que los días fueron, condensados en un mundo mineral y otro vegetal, se convierten en el presente (“son”) nuevamente en piedra y flor que a su vez contienen la pluralidad de los días y se manifiestan en el rostro del poeta de esa segunda persona.

El verso Mis ojos se han gastado en tu hermosura / pero tú eres mis ojos contiene una especie de juego metafórico y dilógico (dilogía: Uso de una palabra con dos significados distintos dentro del mismo enunciado). Los ojos del poeta se han “gastado” en la “hermosura” de esa segunda persona hace pasar a “los ojos” por la mirada pero a su vez la mirada no se “gasta” por lo que la atribución de “desgaste” quedaría en la metáfora contemplativa que no aparece en el verso, algo así como “gastar los ojos mirando…”. Para todo “desgaste” hay un paso de tiempo, el cual tampoco se menciona en estos versos, pero aparece en la posibilidad misma del verbo. Luego, como si fuera un pequeño chiste, el poeta dice que esa segunda persona “es” sus ojos. Sus “ojos” aparecen de manera contemplativa en este primer verso y en el segundo aparecen como la posibilidad de ver y como la posibilidad de orientarse (los ojos=la mirada=posibilidad de guiarse). Esa segunda persona es, entonces, quien “gastó” los ojos del poeta pero a su vez es su “guía” y la posibilidad de ver. En este juego circular el poeta nombra el órgano por la mirada y a su vez por la posibilidad de mirar donde ve la “hermosura” de esa segunda persona; luego esa segunda persona es esa misma posibilidad de mirar por lo que cuando el poeta “gasta” sus ojos en esa segunda persona es, a su vez, esa segunda persona quien le habilita para verla. En los siguientes versos el poeta será quien lleve la posibilidad de que “vean” en él a la segunda persona pero todos han visto en mi alegría/tu resplandor secreto con un proceso similar de “desgaste”, en ese caso iniciado por la “fatiga”.

El final del poema, es decir, el verso iniciado por el punto y aparte antes del punto final, inicia con un llamamiento o apelación. El problema está en que el vocativo y apelativo “Amor” puede referirse a la forma de tratamiento para la segunda persona a la que el poeta habla durante el poema. Así, el poeta estaría llamando a alguien cuya relación entre él y esa segunda persona es de una intimidad en la que esa persona es llamada por lo que representa para el poeta. Por otro lado, el poeta puede llamar así a la segunda persona que está del otro lado del poema y podemos entender que el poeta (recordando siempre que nunca menciona ni su género ni el de la segunda persona) dialoga con ese sujeto que está del otro lado (nótese que no digo “lector”). Por último y como parte del agon que iniciara el apelativo “Amor” puede entenderse como un nombre propio por lo que el poeta estaría llamando al Amor, al símbolo o “daimon” Amor, como si invocara a Eros o Cupido. En esos versos finales el poeta resta importancia al porvenir Amor, qué importa / que el tiempo, (…) / mañana los mantenga / o los desgrane. Empero, no hay consecuencia positiva para esa atenuación de la importancia que realiza el poeta en forma de pregunta indirecta. En otras palabras, luego de qué importa no aparece la conjunción si (qué importa el porvenir si). El poeta libera la ponderación de una ventaja con respecto al tiempo y el porvenir. Hay un triunfo, una “victoria” en el penúltimo verso, pero esa victoria no es una ventaja ni un consuelo. Es la posibilidad que trae el tiempo. Los últimos tres versos indican, en forma de reflexión, la pregunta por la relación entre primera persona (el “yo” poético) la segunda persona (a quien le habla el poeta o al que está del otro lado) y la tercera persona, el “ello” (el tiempo). Borre la identidad que nos separa nos advierte que “ello”, en este caso el tiempo, separaba al poeta de esa segunda persona. La primera y la segunda persona habían estado separadas en la poesía por lo mismo que la iniciara: el tiempo. Y ese triunfo, aunque no es una ventaja o un beneficio, es la unión final entre el poeta y la segunda persona. Si ya no hay identidad quiere decir que ambos se confunden en una misma y sola persona, en un solo ser que se encuentra en el verso final y es final. Este ser-seres aparecen en un lugar final o como seres finales y finitos luego de que el tiempo pasara de verso en verso hasta llegar al final del poema. El tiempo, en el poema, otorga finalmente una victoria pero cuando lo hace la identidad ha sido borrada y el poeta y “tu” estarán unidos como uno solo “bajo la tierra”.

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