Llega el turno de la cultura de masas, la cual, muy a pesar de la crítica académica, nunca es superflua. En este caso, el rock protagoniza esta entrada aunque se encuentre en un lugar mucho menos privilegiado que los otros “entretenimientos”: el futbol, el pop, el cine, etc. Asegura una banda del género a tratar, cuya canción invitaré a oír aquí, que “el rock no morirá jamás”. Ciertamente, esperamos que ese espíritu no muera nunca pero debemos admitir que no se encuentra, actualmente, en su mejor momento.
Estaba el Diablo mal parado
en la esquina de mi barrio
ahí donde dobla el viento
y se cruzan los atajos.
Al lado de él estaba la Muerte,
con una botella en la mano
me miraban de reojo
y se reían por lo bajo.
Y yo que esperaba no sé a quién,
al otro lado de la calle del otoño
una noche de bufanda que
me encontró desvelado,
entre dientes oí a la muerte que decía así:
Cuántas veces se habrá escapado,
como laucha por tirante
y esta noche que no cuesta nada,
ni siquiera fatigarme,
podemos llevarnos un cordero,
con sólo cruzar la calle.
Yo me escondí tras la niebla y miré al infinito,
a ver si llegaba ese que nunca iba a venir.
Estaba el diablo mal parado
en la esquina de mi barrio,
al lado de él estaba la muerte,
con una botella en la mano.
Y temblando como una hoja,
me crucé para encararlos,
y les dije, me parece que esta vez
me dejaron bien plantado.
Les pedí fuego y del bolsillo
saqué una rama pa'convidarlos
y bajo un árbol del otoño
nos quedamos chamuyando,
me contaron de sus vidas,
sus triunfos y sus fracasos,
de que el mundo andaba loco
y hasta el cielo fue comprado
y más miedo que ellos dos,
me daba el propio ser humano.
Y yo ya no esperaba a nadie,
y entre las risas del aquelarre
el diablo y la muerte se me fueron amigando,
ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos,
ahí donde brinda la vida en la esquina de mi barrio.
“La balada del Diablo y la Muerte” fue compuesto por el grupo de rock La Renga y editado en 1996 en su disco Despedazado por mil partes.
El tema del “Diablo” y la “Muerte” es bastante anterior al siglo XX. Sin embargo, si observamos el grabado que aquí colocamos (de Alberto Durero siglo XVI) encontraremos que se ha reinterpretado a lo largo de diferentes períodos. Así, para Nietzsche la figura central (el caballero) representaba un momento del romanticismo, por lo que este filósofo le daba una interpretación romántica. En el siglo XX vuelven algunas interpretaciones del grabado pero esta vez asegurando que la figura en el centro nunca debió considerarse como “el protagonista”.
La canción comienza con un solo instrumento y anuncia una melodía lenta pero grave pasando[le] la misma melodía a la harmónica y luego incluyendo la percusión. El inicio con un breve solo de guitarra y el acompañamiento de la harmónica anuncian la soledad de lo que se va a contar. Las baladas son composiciones poéticas que, originalmente, narraban sucesos románticos, tradicionales o legendarios. En algún momento, entendidas así entre nuestros días, se convirtieron casi exclusivamente en narraciones sentimentales donde el autor expone sus desventuras amorosas. No solo ocurrió en la cultura Pop sino también en su [pseudo]antítesis el Rock, donde varias bandas llamadas de rock se inspiraban en este sentido unilateral de “balada” para componer canciones. “La balada del Diablo y la Muerte” como vemos no trata un tema sentimental sino uno épico o legendario.El comienzo de la balada anuncia un ser mitológico (el Diablo) e inscribe la canción en el plano del mito judeo-cristiano por lo que discutirá con éste. El cantante (aquí lo llamaremos siempre así) describe la cercanía de este ser quien es la encarnación del mal, el guardián de los infiernos pero, sobre todo en la mitología, el primer rebelde. El tiempo del verbo (pretérito imperfecto) adelanta que la historia ya ocurrió (como toda poesía épica). El cantante describe la ubicación geográfica de la “esquina”. Esa descripción es dada como si debiera ser conocida, como si dijéramos: es “ahí”, te digo que es “ahí”. Esa localización (donde dobla el viento y se cruzan los atajos) será anunciada al principio y al comienzo y nos ubica en un lugar inicial de la aventura del cantante. Hay una segunda personificación junto al ser mitológico: la Muerte. Ambas entidades son personificadas mediante correlatos terrenales (uno “mal parado” y el otro “con una botella en la mano”). La segunda personificación (la Muerte) como tal se pone en contacto con toda una historia mitológica pagana (aunque no vilipendiada por el cristianismo: en la biblia la muerte no está personificada pero sí hay parcas en el arte gótico y barroco), con una historia del arte y del hombre en su común denominador: el ser mortal. La representación del mal, de la caída del hombre, el instigador del pecado y el primer rebelde junto a la representación del fin, de la mortalidad y del paso a lo desconocido. En la historia la relación entre ambos ha sido considerada algo estrecha aunque la Muerte es una entidad neutra; no es ni buena ni mala y puede ubicársela, en relación con la mitología cristiana, como medio (no como acceso) al cielo luego de desprenderse de la “cárcel” del cuerpo o como medio a los infiernos. En este caso, y en muchos otros de la historia del arte, se codea con el mal. Ambos observan al cantante a distancia y parecen burlarse de él que se encuentra fuera del grupo que forman las dos entidades como pareja.
El cantante “espera” en tres momentos diferentes a “alguien”. Esperaba es un primer momento, luego a ver si llegaba ese que nunca iba a venir donde ya pone de manifiesto la desesperanza (en el momento que nos relata los hechos) de la espera y finalmente ya no esperaba a nadie cuya desesperanza es aceptada por el cantante. En este relato/canción los personajes son tres pero hay un cuarto que nunca llega y deja “plantado” al que canta. Si consideramos que hay dos personajes explícitamente divinos y el que canta podríamos inferir que es humano (o al menos se encuentra jerárquicamente por debajo de esas dos entidades) por su ubicación y las acciones que realiza (la esquina de mi barrio, espera, está desvelado, tiembla) antes del acontecimiento “épico” entonces el “cuarto personaje” puede ser uno del tipo divino o terrenal. No obstante, el cantante narra miré al infinito, a ver si llegaba ese que nunca iba a venir. El personaje narrador está buscando al cuarto personaje en un espacio no terrenal, en un lugar imperceptible pero relacionado con un ser precisamente infinito: Dios. El cuarto personaje que esperamos puede tratarse de Dios en cuanto que la balada está estrechamente relacionada con este tipo de mitología. Por otro lado la expresión “mirar al infinito” suele usarse para significar que no se está observando ningún punto fijo o en particular. El cuarto personaje nunca llegará y decepcionará a quien lo espera, incumplirá una promesa y faltará a un lugar previamente acordado: lo dejará “plantado”.
El cantante traza una línea geográfica entre los personajes agrupados y él: al otro lado de la calle del otoño la cual luego cruzará. El segundo momento épico (el primero es el encuentro con estas dos entidades poderosas) es la posibilidad del cantante de oír a la Muerte. Cuando la Muerte habla, y lo hace dentro de la balada con discurso directo y apropiación de la voz por parte del cantante, la compañía musical del relato se intensifica, la melodía se acelera y se distorsiona, los tonos se vuelven más graves y la percusión se dispara relacionando a este personaje con un movimiento intranquilo y perturbador con respecto al ritmo previo. La Muerte se pregunta cuántas veces se habrá escapado colocando al cantante en una situación épica luego de otra épica, es decir, antes de su encuentro con los seres de naturaleza omnipresente encarnados ya hubo un acontecimiento épico donde escapó, al menos, de uno de ellos. Entonces, esta balada o relato épico había comenzado antes o, tal vez mejor dicho, el cantante ya es un personaje épico. Esa noche, sin embargo, al parecer el personaje épico que canta está en una situación más vulnerable puesto que la Muerte asegura que no podría eludirse si ella así lo quisiera. La jerarquía de este personaje se marca también en el nombre utilizado para referirse al héroe épico/cantante inscripto en una terminología religiosa: “cordero”. Todo lo que nos relata el héroe al comienzo es confirmado por las palabras que oye de la Muerte: la jerarquía, la separación (“con sólo cruzar la calle”) y la relación entre ambos personajes (“podemos llevarnos”).
El héroe se esconde tras otro elemento de separación entre él y los poderosos personajes, en este caso, una “cortina de niebla”. Varias veces había logrado evadirse el héroe de la Muerte y en esta ocasión especial, puesto que el desafío de la Muerte es “llevárselo” sin fatiga alguna, su elección no es, aún, el enfrentamiento sino su antítesis, esconderse, ocultarse o evadirse nuevamente. Vuelve a mencionar, esta vez sin ubicaciones, la estancia de quienes están frente a él y no parecen inmutarse; de hecho utiliza, sin alterar, las mismas palabras con las que iniciara el relato. Repite, reitera, vuelve a enunciar lo ya enunciado como quien quiere que le crean y/o desespera por la situación que parece increíble. Entre este último fragmento de la canción y el siguiente hay un breve espacio de silencio en la narración ocupado por un solo de guitarra que alcanza una velocidad sin precedentes en la canción pasando entre una melodía “heroica” y “desesperada” para volver luego a un ritmo apacible como el del comienzo. La ausencia de relato parece indicar un momento de reflexión y cavilación del héroe, como quien junta valor y bríos para realizar una acción heroica o difícil. Si consideramos la compañía musical y esta ausencia de relato percibimos que la reflexión pasa por un momento de desesperación en el héroe a uno de sosiego.
Con la vuelta a la melodía comedida el héroe finalmente se enfrenta a esta pareja de entidades. Desde el comienzo del relato se nos anuncia un punto de articulación: una esquina, dobla el viento, se cruzan los atajos. La posibilidad de interactuar con el Diablo y la Muerte está dada por esta articulación; la esquina del barrio del héroe no es solo el punto de articulación de caminos sino también el punto de encuentro entre lo terrenal y lo divino, es el lugar que posibilita la historia épica que nos cuenta. Así, finalmente, el cantante épico no se “esconde” y cruza la insistente línea que lo separaba de esos dos seres. Lo hace “temblando” por lo que confirma el temor del héroe hacia estos dos personajes. En el relato épico el enfrentamiento hacia aquello que se evadía, por temor o incapacidad, suele resolverse en una lucha o batalla, en un duelo de pruebas físicas y proezas guerreras. Al contrario de lo que esperamos, el héroe, en su lugar, procura gestos de cortesía: se permite un primer gesto de cortesía tomándose familiaridad con esos dos personajes: me parece que esta vez me dejaron bien plantado. El cuarto personaje le ha defraudado y se lo dice al Diablo y a la Muerte asumiendo que ya saben de lo que habla o de quién habla (otro rasgo, quizá, que ilumine un poco más sobre ese cuarto personaje). Muestra un segundo gesto de cortesía (“saqué una rama pa’ convidarlos") e inicia un dialogo con los que parecían dos terribles seres. La música vuelve a dispararse en un habla, esta vez tácita, entre el héroe y las dos entidades; por lo que volvemos a escuchar la narración acompañada de un ritmo acelerado que parece indicar la voz de las deidades. En esa conversación que sostiene el héroe con ellos se entera de sucesos divinos y terrenales donde encuentra varios rasgos mundanos (propios de la personificación) en las deidades: me contaron de sus vidas / sus triunfos y sus fracasos. En esos últimos fragmentos de la canción / narración se derriban los últimos rastros de esperanza que previamente aparecían: el héroe ha sido plantado y ya no espera a nadie, el cuarto personaje nunca será mencionado y el Diablo y la Muerte ocupan ahora todo el espacio de la narración sin antagonistas (ya que el héroe esta ahora con ellos) y “hasta el cielo fue comprado” borra el último vestigio de esperanza presentando al espacio divino o paradisíaco como mercancía y, desde luego, a su vez, como mercancía adquirida y corrompida por incluirse en el mercado y luego convertirse en propiedad. Luego de que el héroe conoce a las dos entidades relata un momento de reflexión: y más miedo que ellos dos me daba el propio ser humano. Luego de conocer la representación del mal y a la muerte, después de dialogar con ellos y de haberles temido ahora el héroe concluye que el ser humano es el que ha de ser temido, lo que reconfigura la concepción de esas dos entidades. El inicio de la canción anuncia la disputa con estos personajes mitológicos y, en ese mismo debate, el cantante nos ofrece su conclusión. Hay un lenguaje “satánico” o ritualístico casi al terminar la canción manifestando la pertenencia del héroe y su risa al “aquelarre”. El héroe ya no solo no teme sino que ríe y se divierte con esas dos entidades. Y el anuncio de la ubicación que dio comienzo al relato ahora lo cierra pero esta vez con un agregado: ahí donde brinda la vida. El héroe es amigo ahora de ese primer rebelde y de la mortalidad del hombre; ha sido esa esquina que articula caminos la misma posibilidad de articular su vivencia y su amistad con ellos dos. El héroe finaliza el relato en esa esquina y se desprende del humano transmutando los valores del Diablo y la Muerte con los del hombre por medio del miedo: el miedo que él tenía a estos dos seres es ahora el que le tiene al hombre y, al contrario, ellos dos son sus amigos. Sin esperanzas ya al final del relato la vida brinda igual porque paradójicamente, y discutiendo con los valores clásicos de esos dos personajes, son ellos los que dan esperanza al hombre que se encontraba solo y defraudado. Ahora el hombre posee la compañía de quienes menos se lo esperaba. El cantante épico se ha vuelto inmortal en el relato o, al menos, un ser que ha quedado en el punto de articulación y no relata ningún regreso al mundo del hombre. El grito final reiterado (de mi barrio) hace pensar que toda la canción nunca se trató ni del héroe, ni del Diablo y la Muerte sino precisamente de ese espacio que habita el héroe, ese lugar que contiene a la esquina y es la posibilidad de la vida, del mal o rebeldía, de la muerte y la esperanza luego de vencidos los prejuicios. Esa podría ser, quizá, la reinterpretación del grabado en el siglo XX, donde no importa ni el mito, ni el caballero, ni su objetivo sino su lugar en el mundo.
No se cuánto puede escapar la música (no clásica) a la cultura de masas, pero quizá el rock es uno de los géneros menos masificados.
ResponderEliminarBuen análisis de una canción que prometo escuchar; análisis que, por otra parte, es posible precisamente por ser una canción de rock. Si hubiese que analizar una canción POPular seguramente tendríamos mucho menos que decir, igual que quien las escribió
Beso
Hermoso loco. Me encantó lo que pusiste en palabras, la canción que se transita, que se vive, aunque nos quieran seguir imponiendo aparentes arquitecturas y fachadas, en la esquina de mi barrio brinda la vida. Vamo La ReNGa !!!
ResponderEliminarFelicitaciones! Es un análisis muy completo. Lo único que le agregaría es que el protagonista se convierte en héroe cuando vence sus miedos y enfrenta al enemigo descubriendo a su mundo interior cuando recibe de ambas entidades sus formas de ver el mundo. Gracias
ResponderEliminarhay un detalle musical que quisiera agregar. El protagonista habla en primera persona sobre una armonía Em-G-D-A. "Sus acordes". Cuando hablan el diablo y la muerte "Cuantas veces se habra..." Modula a la armonía Am-C-G-D. La armoría de diablo y la muerte. Cuando vuelve a hablar el protagonista vuelva a la primer armonía. Pero cuando dice "Y yo ya no esperaba a nadie..." Lo hace sobre la segunda armonía haciendo ver que ya es "parte de ellos, parte del aquelarre"
ResponderEliminarPor cierto, excelente análisis. Muchas gracias!
EliminarHola, el protagonista, a mi entender, está muriendo de sobredosis y la canción describe cómo acepta su destino. Si buscan en la letra, van a encontrar varios indicios de esto.
ResponderEliminarPara mi, son opiniones, tantas válidas como personas. Por eso insisto, para mi es todo real. El tipo vive en un barrio picante, de repente en una esquina se encuentra a la muerte y al diablo (este último supuestamente viene pq nuestro protagonista, tiene algún vicio). Se lo quieren llevar. El tipo espera a Dios, nunca viene, entonces no le queda otra q intentar llegar a un acuerdo con el diablo y la muerte para sobrevivir.
ResponderEliminarPerdón Paulo, lei todo lo tuyo e hice practicamente un resumen. Saludos.
ResponderEliminarNota del editor: Otra mirada, puede ser q a ese q esperaba, nunca lo iba a ver venir, pq siempre estuvo ahí, junto a él, sin q lo pueda ver.
ResponderEliminarUna vez en el foro oficial de la renga lei que la balada y la muerte son dos polis, el que canta buscaba droga y el que lo deja plantado el dealer. La primera parte relata como lo dejan plantado y q la poli estaba ahi para llevarse al dealer que nunca aparecio. La segunda parte q se cansa de esperar, cruza y termina amigo de los polis.
ResponderEliminarLuego de eso volvi a escuchar la cancion y todo cerraba. Siempre crei q el q dio la explicacion, que en realidad era detallada linea por linea, fue uno de la banda. Por entonces se rumoreaba q a veces explicaban las letras en su pagina. Creer o reventar
Saludos