Tres recuerdos del cielo
Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer
PRÓLOGO
No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.
Todo, anterior al balido y al llanto.
Cuando la luz ignoraba todavía
si el mar nacería niño o niña.
Cuando el viento soñaba melenas que peinar,
y claveles el fuego que encender, y mejillas,
y el agua unos labios parados donde beber.
Todo anterior al cuerpo, al nombre y el tiempo.
Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo…
PRIMER RECUERDO
…una azucena tronchada…
G.A. BÉCQUER
Paseaba con un dejo de azucena que piensa,
casi de pájaro que sabe ha de nacer.
Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el sueño
y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies.
A un silencio asomada.
Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.
No sabía.
Blanca alumna del aire,
temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.
Su tallo, su verde talle.
Con las estrellas mías
que, ignorantes de todo,
por cavar dos lagunas en sus ojos
le ahogaron en dos mares.
Y recuerdo…
Nada más: muerta, alejarse.
SEGUNDO RECUERDO
…rumor de besos y batir
de alas…
G.A. BECQUER
También antes,
mucho antes de la rebelión de las sombras,
de que al mundo cayeran plumas incendiadas
y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.
Antes, antes que tú me preguntaras
el número y el sitio de mi cuerpo.
En la época del alma.
Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,
la primera dinastía del sueño.
Cuando tú, al mirarme en la nada,
inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.
TERCER RECUERDO
…detrás del abanico
de plumas y de oro…
G. A. BÉCQUER
Aún los valses del cielo no habían desposado al jardín y la
nieve,
ni los aires pensado en la posible música de tus cabellos,
ni decretado el rey que la violeta se enterrara en un libro.
No.
Era la era en que la golondrina viajaba
sin nuestras iniciales en el pico.
En que las campanillas y las enredaderas
morían sin balcones que escalar y estrellas.
La era en que al hombro de un ave no había flor que apoyara
la cabeza.
Entonces, detrás de tu abanico, nuestra luna primera.
Tiempo ha desde la última publicación en el blog. Mantenerlo
es muy difícil dadas las exigencias del mundo. La dificultad radica en el
prurito con que se intenta escribir en este blog. Diríase que es un blog
bastante irresponsable con el mundo pero no con sus fines mismos. Sin más que
estas disculpas (facultativas por cierto) acerco la materia de la presente
entrada.
“Sobre los ángeles” es una obra publicada en 1929 por el
poeta Rafael Alberti. El poema en cuestión es Tres recuerdos del cielo incluido en dicha obra y es considerado
uno de sus mejores textos. No es un poema emblemático, tampoco es un gran poema
(diremos, en contra de la crítica), no sabemos siquiera a ciencia cierta que
sea un poema pero es, acaso, todo esto lo que le hace interesante. El texto es
complejo y enrevesado por lo que publicaré una mirada sobre él en dos partes.
La
vanguardia de comienzos del XX fue un intento de liberar al hombre de las
cadenas de la razón. Después de Nietzsche, Freud y Mallarme (podemos agregar a
Schiller) el arte por el arte acentúa una división milenaria pero con una
consciencia propia, es decir; se trata de una división entre el prodesse y el delectare suscitada incluso desde antes que un tal Horacio (buscar
en la Wiki)
fijara estos conceptos en el inalterable latín. (El mismo Aristófanes ya
criticaba en sus comedias a otros tragediógrafos y comediógrafos por banales).
En resumen el siglo XX comienza con una característica de la modernidad en la
que confluyen crítica y arte donde podemos hacer una burda pero práctica
distinción: el artista crea y piensa para su obra o el artista crea y piensa
para el hombre. Y todo esto sólo para mencionar uno de los porqué (este es un
blog no una monografía académica) de ausencia de parámetros racionales de causa
y efecto o de orden cronológico. Una obra cumbre de este tipo de ruptura
metafísica es The Wasted Land de T.
S. Eliot donde encontramos otra cosa que también nos interesa: la idea moderna
de la literatura engendrando literatura (y no digo folclore engendrando
literatura). La obra de Eliot está repleta de pasajes literarios “insertos” en
él. Ahora bien, [re]tengamos en cuenta estas ideas hasta ahora desarrolladas:
al comienzo hablamos de la búsqueda del “origen”, luego de la “temporalidad no
lineal” (por llamarla de una manera que más adelante se verá) y finalmente de
esta idea de “literatura engendrando literatura” y echemos un vistazo a algunas
de las obras por entonces publicadas:
El malestar en la cultura de Sigmund Freud (1929)
Adiós a las armas de Ernest Hemingway
(1929)
El ruido y la furia de William Faulkner
(1929)
¿Qué es metafísica? Martin Heidegger
(1929)
Lógica Formal y Trascendental: Ensayo de una Crítica de la Razón Lógica, Edmund
Husserl (1929)
En Freud no
hay más que colocar el parámetro “origen” junto a su nombre en Google y nos
enteraremos del origen o génesis en todas sus tesis. En cuanto a los libros de
Hemingway y Faulkner ambos toman el título de textos de poetas anteriores
(Peele y Shakespeare respectivamente). Además, El ruido y la furia es una novela cuyo hilado causa-efecto no está
dado al lector con una clara linealidad. Esta desconfianza en la linealidad
temporal ya se ve en el joven Heidegger y la obra mentada. No olvidemos a
Husserl cuya desconfianza en el naturalismo e historicismo le llevó a
[re]buscar otra verdad. Todas estas ideas (todos estos textos valdría decir)
están condensadas en el presente poema (los conociera o no Alberti está claro
que estaba al tanto de su inmanencia). El problema del origen, la linealidad
del tiempo y las referencias a la literatura.
El texto está
dividido en cuatro partes. Las mismas están divididas en lo que parecen diferentes
ámbitos: un prólogo (ámbito escrito literario) y recuerdos (ámbito psíquico). En
el prólogo se realiza una localización temporal antes de cualquier origen. La
figura de “la luz ignoraba todavía” hace imposible el manejo de cualquier otra
figura visual. Si la luz ignora, que es metafóricamente la que media para
conocer, entonces es imposible cualquier tipo de conocimiento tanto visual como
cognoscible. Los recuerdos a los que alude el poema no son “visuales”, no son
contemplados por la metáfora de origen del conocimiento. Son anteriores y
previos. Son de otra índole que nos es inaccesible. Ni la más extrema de las
experiencias podría alcanzar semejante presupuesto ontológico, por lo que esos
recuerdos estarán mediados por algo que veremos más adelante. Los recuerdos,
acusa el prólogo también, se encuentran en el “cielo”.
En este
texto se encuentra explícita su finalidad en la leyenda debajo del título que
afirma Homenaje a Gustavo Adolfo Becquer.
Sin embargo, si es un homenaje a una persona física, existente, jurídica y
firmante de una obra no es mencionada más que en los epígrafes que fragmentas
sus poemas. De hecho, es imposible que se trate de un homenaje al Becquer biográfico
porque no puede haber ningún sujeto en el poema que se ubica en un tiempo sin
hombres y, según afirma al comienzo, sin
tiempo. Nótese cómo el poema manifiesta su interrelación entre los escrito
y lo vivido: prólogo (un género literario si se quiere destinado a aclarar y
limitar ciertos aspectos de un contenido textual) mientras que lo siguiente son
“recuerdos” introducidos por un epígrafe de Becquer. Así veremos que el
homenaje parece darse entre un paralelismo entre ciertos textos (o fragmentos)
de dicho autor y vivencias que parecen puramente poéticas (lo cual se intentará
explicar más adelante).
La primera línea del prólogo prefiguran toda la estructura
del poema: No habían cumplido años ni la
rosa ni el arcángel. A partir de esa línea todo el poema es un pretérito
anterior, una situación previa a la situación pasada o un precedente de otro
precedente. A su vez, la “rosa” y el “arcangel” conforman la mayor parte de las
imágenes del poema entre lo terrenal y lo divino o entre tierra y cielo. Así,
gran parte de las representaciones son encuentros sintácticos entre flores y
pájaros, además de cielo y tierra: Paseaba
con un dejo de azucena que piensa / casi de pájaro sabe ha de nacer; Mirándose sin verse a una luna que le hacía
espejo el sueño; También antes, / mucho antes de la rebelión de las sombras, /
de que al mundo cayeran plumas
incendiadas / y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio; Cuando tú abriste en la frente sin corona,
del cielo, / la primera dinastía del sueño; Aún los valses del cielo no habían desposado al jardín y la nieve, /
En que las campanillas y las enredaderas
/ morían sin balcones que escalar y estrellas. / La era en que al hombro de un
ave no había flor que apoyara la cabeza.
Todo indica una
ubicación previa al origen donde no hay cognoscente, ni algo cognoscible y, por
ello mismo, no se puede nombrar (es anterior al nombre). Por ello algo media en
la construcción del poema: el lenguaje. Este lenguaje no es como cualquier otro
porque aparece en este poema antes del lenguaje por lo que, de alguna manera,
no tendremos acceso a una escena pura. Nunca lo tendremos pero en este poema la
sensación es la más intensa a ese respecto: incluso en el origen, antes del
origen mejor dicho, no habrá manera de nombrar si no es por medio del lenguaje.
La escena ya está “contaminada” por el lenguaje, por lo que asistimos a lo que
el sujeto lírico puede contar de ella. El origen no es el origen. Y aunque el
sujeto lírico se encuentra previo al origen, no hay acceso a él mediante el
conocimiento (la luz ignoraba todavía).
El pathos resultante de una
separación o dialéctica entre el pre-origen y la palabra es el de una
nostalgia.
La única forma de conocimiento en el poema, parecer ser el
sueño, no hay un logos en el primer recuerdo y es una confirmación del prólogo.
Al comienzo aparecen dos imágenes: una rosa y un arcángel. El pasaje sugiere
que no han cumplido años por lo que
pueden haber cumplido sólo uno. Al final del prólogo, se revela que la
localización de los recuerdos es previa al tiempo. Ese final del pasaje anula
el sentido que tiene siquiera pensar en una medida de tiempo. De hecho anula el
acontecer histórico y lo enmarca en un afuera temporal que se sustrae a un
acontecer cronológico, si se quiere, de causa y efecto. Si se trata, entonces,
de un homenaje, este sería el homenaje eterno, o separado de la fragmentación
numérica (no habían cumplido años) y temporal. El primer verso apunta esta
intemporalidad a la rosa y al arcángel. Según la crítica se trata de un anhelo
de belleza (dado que si la rosa no cumple años su belleza deja de ser efímera)
y un anhelo de pureza espiritual (representado por el arcángel). Es decir, la
crítica ve aquí un símbolo de belleza y luego unos atributos analógicos del
personaje celestial (no creo que podamos hablar de un símbolo en los
arcángeles). Si leemos detenidamente el pasaje veremos que, en primer lugar, no
hay una idea concreta de “anhelo” como el deseo de que algo suceda o regrese
(en este caso). Sí notamos la construcción de una génesis o pre-génesis. En ese
sentido no habría que dejar de ver que la oposición binaria tierra / cielo
exhibidos por medios de dos entes que requieren una creación previa para “ser”,
es decir, un escenario o contexto. Si aceptamos al arcángel como representación
de lo divino entonces no sería ilegítimo reconocer a su par antitético como lo
terrenal por medio de la rosa. Sin embargo, de ninguna manera podríamos hablar
de mortal / inmortal puesto que esa división estaría anulada por la
imposibilidad del paso del tiempo. El arcángel es, a su vez, la única figura
humanoide que aparece en todo el poema descartando, claro, el cuerpo por
analogía. El nombre del autor (Rafael) coincide con uno de los tres arcángeles
en la mitología católica (a su vez el arcángel está, jerárquicamente, por
encima de los ángeles lo que se relaciona directamente con el nombre del libro Sobre los ángeles). Esto coloca al ser
mítico antes de convertirse en mito (antes de la palabra) y en oposición a la
rosa (en oposiciones genéricas femenino / masculino) que aparece oculto en el
homenaje del otro lado de la naturaleza (la rosa). Es cierto lo que la crítica dice del final de
esta estrofa que se refiere, en una estructura tripartita, al cuerpo, el nombre
y el tiempo en relación con los anteriores versos.
La personificación de elementos como un tropo no parecería tan legítima desde el punto de vista de la acción del poema. Si fuera un tropo simplemente, le quitaríamos la intención del poema de alejarse del logos y colocaríamos un concepto que tendría problemas para encontrar qué exactamente personifican los elementos intratextualemente. Así, el poema estaría orientado a un animismo en donde los elementos no tenían representante (Bóreas, el dios del viento, Apolo dios del sol) y el viento en el poema sería el objeto y el símbolo (viento=dios del viento). En todos los seres habitaría un alma, desde una perspectiva animista (Mucho antes del cuerpo.
/ En la época del alma.)
hola!! quièn sos? necesito un libro... has escrito??
ResponderEliminar